Prats-Ventós 78. Colección Las Damas
Por María Ugarte
Antonio Prats-Ventós no expone con frecuencia, pero cuando lo hace, su obra causa impacto. Y en cada nueva experiencia adelanta un concepto diferente, sin dejar de ser, en todo momento, Prats-Ventós.
Hoy se presenta con una muestra en la que su número mágico, el 40, determina la cantidad de piezas agrupadas bajo el tema único y múltiple de Las Damas.
No ha vacilado el artista en impregnar el conjunto de un lirismo que rezuma y se palpa no sólo en las formas plásticas sino incluso en los nombres atribuidos a cada una de las esculturas: Dama de la Noche, Dama de las Nieves, Dama de Otro Lugar, Dama Reina, Dama Géminis…
Prats-Ventós practica el arte de la escultura en todos sus aspectos, pero es la madera su medio preferido, con el que se identifica plenamente. Y en la serie de Las Damas domina la caoba y da entrada, también, al guayacán y a la baitoa. Maderas nobles, que, al ser pulidas por el tallista, adquieren una textura lisa, suave, fresca y delicada, que invita al tacto.
Antes de lanzarse a comenzar Las Damas, Prats-Ventós reunió la madera necesaria. Cada forma le inspiraba una idea. El tronco, que siempre ha recordado al escultor el cuerpo femenino, guiaba su mano. En ocasiones surgía una veta o un nudo en la madera y en el diálogo constante entre materia y creador, éste seguía la insinuación de aquélla y el resultado final era distinto, entonces, al programado inicialmente. El artista supo amoldarse así a la tiranía de la materia.
Trabajaba simultáneamente tres o cuatro esculturas y en cada una de ellas encontraba la solución de la siguiente. Se establecía la identificación perfecta, la comunicación entre pieza y creador y entre las piezas mismas, como si necesariamente cada una fuera el resultado de la anterior.
La primera idea, la de La Dama, la que dio origen a todas las demás, se impuso en el escultor como una pieza dividida en cinco unidades, todas del mismo tronco, en bloque, sin añadiduras ni agregados. Imponente y múltiple, La Dama abre la serie de 40 obras, por donde desfilan imágenes ingenuas, expresiones criollas, evocaciones orientales, leyendas. En unas se admira el movimiento; en otras la quietud. La esbeltez inusitada de algunas contrasta con las menudas redondeces de otras. Y sin presentar rasgos definidos en sus rostros, son ingenuas o pícaras; sensuales o tiernas; francas o misteriosas. El ritmo de las formas, perfectamente conseguido a base de volúmenes, logra hacer el milagro de sugerir, sin detalles anecdóticos, temperamentos, estados de ánimo, acción o reposo.
Y en varias de las 40 piezas de la exposición, Prats-Ventós obtiene efectos sorprendentes con la policromía, que, aplicada parcial o totalmente, imprime a la escultura riqueza y variedad. El artista, antes de poner el color, graba la madera en pequeños dibujos geométricos con destreza de artífice y al agregar la laca en el relieve, el trabajo se transforma en una pieza de orfebrería, en una joya auténtica.
Prats-Ventós reconoce que la gracia y el ritmo de la mujer dominicana, junto a las formas sensuales del tronco de los árboles, han sido factores determinantes en la realización de esta serie que, aunque impregnada de un lirismo que no posee El Bosque, es, en cierto modo, el resultado de éste.
Las 40 Damas de Prats-Ventós representan el esfuerzo continuado, absorbente y agotador de una labor de muchos meses, durante los cuales la obsesión de la obra dominó totalmente la vida del artista.
Voluntariado del Museo de las Casas Reales, 7 de diciembre de 1978. Santo Domingo, R. D. Impresión: Museo de las Casas Reales. Santo Domingo, R. D. Fotos: Onorio Montás.