Las Artes Plásticas en la República Dominicana

Por: Antonio Prats –Ventós

Hace unos años había un slogan turístico que decía que la República Dominicana era “el secreto mejor guardado del Caribe”.

Gracias a una gran promoción, esta imagen ha cambiado. Hoy, la República Dominicana es visitada por una enorme cantidad de personas que, a su vez, al regresar a sus respectivos países, hablan maravillas de esta isla, de sus bellezas naturales, de la hospitalidad de su gente, de todo con lo que la Naturaleza ha dotado a esta tierra. Y todo lo que pueden decir a este respecto, es verdad.

Lo que sí sigue siendo un secreto es nuestro arte y, en este caso, me refiero a las Artes Plásticas.

No es de extrañar pues, que la primera actividad cultural de la Casa de Santo Domingo en España, se relacione con este tema. Lo ideal hubiese sido “en vez de con palabras” poder mostrarles una exposición colectiva de nuestros artistas. Falta de tiempo y del lugar apropiado lo han impedido. Esto no quiere decir que, en un futuro inmediato, no podamos presentarles una gran muestra, que permita aquilatar lo que somos y hacemos en Arte. Prometemos que esto será muy pronto.

El Arte Dominicano, aunque teniendo gran actividad en el país, no se ha proyectado en el exterior ni una mínima parte de lo que realmente es.

Nuestra historia está llena de vicisitudes: ocupaciones extranjeras, dictaduras, guerras civiles, etc., lo que ha impedido la existencia del clima necesario para la difusión de nuestra obra en el exterior.

Es, realmente, con la llegada de la Democracia, cuando empezamos a tener, además de la libertad de crear, facilidades de comunicación, imprescindibles para darnos a conocer, habiéndose limitado esta actividad a nuestra presencia en colectivas internacionales y algunas –muy pocas- exposiciones individuales en museos y galerías del exterior.

La República Dominicana, según los cánones actuales de medir el potencial de un país, dicen, es una “nación tercermundista” y añaden, piadosamente, “en vías de desarrollo”. Podría ser cierto o no. Lo que no somos, ni mucho menos, es un país subculturizado. Por el contrario, la América de después del descubrimiento empieza en la “Hispaniola”.

Tenemos primicias en todos los campos: la primera universidad, la catedral metropolitana, primada de Indias, el hospital San Nicolás, etc, etc., y un conjunto de construcciones en la zona colonial, designada recientemente por la UNESCO “Patrimonio Cultural de la Humanidad”.

A la extinción de nuestros aborígenes, los taínos, lo único que nos queda, como testimonio de su presencia (ya esto ha pasado con otros pueblos) es su obra artística, su cultura.

El Arte Taíno influye de una manera u otra en toda actividad creativa actual. Un arte con grandes implicaciones religiosas según sus creencias y que, a pesar de su pequeño tamaño, tiene gran sentido de la monumentalidad. Lo que queda –mucho fue saqueado o destruido- se conserva hoy en lugares dignos y fáciles de visitar para el conocimiento de esta obra. Se han hecho edificios apropiados para ello y, en la actualidad, el estudio de este arte es materia obligatoria en las nuevas escuelas de Bellas Artes.

No pretendemos que esta charla abarque todo lo que puedan ser nuestras raíces; no tenemos tiempo para ello y nos vemos obligados a simplificar estas etapas, que son la base de nuestra actualidad.

La gran estrella de la época colonial fue la arquitectura. Los nativos aportaron su sudor.

Hoy, quedan espléndidos edificios, muchos de ellos dignamente restaurados, labor que sigue haciéndose en todo lo que era nuestra zona colonial y, además con gran acierto, se usan la mayoría de ellos para hacer exposiciones de arte actual. Creo yo, es emocionante ver cómo riman los estilos: lo antiguo y lo moderno en pinturas y esculturas perfectamente unificados sin que pareciera que han pasado quinientos años. Porque este es nuestro arte de hoy.

Sabemos que el arte es búsqueda, pero también sabemos que tenemos que conocer todo lo que hicieron los que nos precedieron. Indígenas, españoles, negros. Todos con la necesidad de expresarse estéticamente como el hombre actual, como el hombre de siempre.

La etapa republicana o romántica –que así también se le suele llamar- fue hecha por grandes solitarios. La gente estaba tan ocupada en la política, en las revoluciones o las guerras civiles de tal manera, que los artistas de entonces eran considerados personajes raros en aquella sociedad. Sin embargo, el arte actual le debe mucho a la labor incomprendida en su tiempo, de estos creadores.

Epifanio Billini, Domingo Echavarría, Leopoldo Navarro, Luis Desangles, Arturo Grullón, Abelardo Rodríguez, Juan B. Gómez, Ángel Perdomo, son los más reconocidos.

De ellos, cabe destacar a Abelardo Rodríguez Urdaneta, pintor, escultor y fotógrafo. Tengo gran admiración por su obra. Valorizada hoy y colocada en lugares relevantes de la ciudad. Admiro, sobre todo, su constancia y tesón de trabajar incansablemente toda su vida, enfrentando la incomprensión y la indiferencia. Gran lección para nuestros jóvenes artistas.

Entre esta época hasta el inicio definitivo de nuestro arte nace, con el siglo, un gran pintor, un gran maestro de trascendencia universal. Pasa su vida entre España, Francis, Cuba y México y, ya en los últimos años, hace labor creativa y educativa en su país. Me refiero a Jaime Colson. Compañero de exposiciones en Europa de Picasso, Braque, Dalí, Miró, etc., vuelve a Santo Domingo en 1950 y dedica sus últimos años de vida a la enseñanza; dejando lo que podríamos llamar el inicio de una Escuela de Pintura Dominicana. Creo que Jaime Colson es el más trascendental maestro de nuestra pintura.

Lo que empezó en el 1940 no fue por generación espontánea. Estos titanes solitarios fueron los auténticos cimientos de nuestro Arte.

Colson fue director general de Bellas Artes y también fue director de la Escuela de Bellas Artes, empezando con él un distanciamiento de la influencia de los primeros profesores europeos que, sin duda, marcaron por mucho tiempo, nuestro quehacer artístico.

En la llamada “Era de Trujillo” es cuando realmente se inicia una preocupación y, algo muy importante, una asignación de fondos para la enseñanza de las artes y un reconocimiento de que las artes son necesarias para la existencia de una sociedad humana como país.

Vamos a aclarar que no intentamos hacer un elogio de una época tan triste y funesta para el pueblo dominicano, pues Trujillo fue un dictador cruel e indefendible. Sin embargo, hay que reconocer que tenía un “don especial” para escoger el personaje indicado para cada cargo. A la hora pues de organizar las artes (que él creyó que eran necesarias para el aspecto cultural de su “finca privada”, pues esto era lo que él consideraba su país) escogió a un dominicano a quien todavía no le hemos reconocido su valor. Me refiero a Rafael Díaz Niese, dominicano hijo de cubano y alemana. Estudió Medicina en Francia y se encontraba de visita en Santo Domingo cuando empezó la segunda guerra mundial. Varado en la isla, aceptó ser el primer director general de Bellas Artes en la historia del país. Coincidió su nombramiento con la llegada de los refugiados de la guerra civil española y de los judíos que habían podido escapar del “holocausto”.

Fundó la Escuela de Bellas Artes además de otras instituciones que tenían que ver con el arte: el “Teatro Escuela”, la “Orquesta Sinfónica”, la “Galería de Arte Moderno”, etc. De todo esto ya hace cincuenta años y todavía siguen rindiendo un gran servicio.

Manolo Pascual, Gausachs, Hausdorf y doña Celeste Woss y Gil fueron los primeros profesores.

La enseñanza era gratuita y sólo dependían, para su ingreso, de un examen de admisión.

Los primeros graduados que hoy llamamos “La generación del 40”, lograron, con su obra, que las artes se convirtieran en parte esencial de nuestra sociedad: Gilberto Hernández Ortega, Rafael Pina Melero, Noemí Mella, Eligio Pichardo, Rhadames Mejía, Marianela Jiménez, Nidia Serra, Clara Ledesma, Luis Martínez Richiez, Francisco Gausachs, Alvarez del Monte, Elsa Divanna, Ana Francia Bonet, etc. Fueron de los primeros graduados salidos de estos profesores y por los resultados se conoce que fue una gran escuela.

Conjuntamente con esta labor de enseñanza, empezaron a hacerse concursos de arte con premios de adquisición que fueron creando lo que hoy es el patrimonio de la Galería de Arte Moderno.

Con estas primeras obras, Díaz Niese entendió que, para asegurar la continuidad del alumnado, debía estimular el interés del pueblo. Se dedicó, junto a Justo Liberato, nuestro primer museógrafo, a llevar por todo el país –incluyendo los lugares más remotos- una exposición itinerante. Montaban las obras bajo techo donde podían; en los parques o, simplemente, a la orilla de las carreteras. Todo esto hecho sin medios económicos, solamente contaban con un camión que les prestó el ejército.

Esto generó un gran interés por las artes en todo el país, logrando con ello que la escuela se nutriera con gente del pueblo y de los más variados estratos sociales.

A esta labor oficial, había que sumar la de los artistas españoles y judíos, algunos de ellos figuras relevantes en sus países de origen: Ángel Botello, José Vela Zanetti, Shum, Fernández Granell, Joseph Fulop, Saul Steimberg, José Gausachs, George Hausdorf, Joan Junger, Lotar, Hans Paap, Manolo Pascual, Rivero Gil, Alloza, Luis Soto, Compostela y otros. Algunos de estos artistas se quedaron en Santo Domingo y otros empezaron su vida americana allí.

Fue una pena que el país no tuviera condiciones políticas ni económicas que les hubiese permitido absorber este extraordinario capital humano.

Es curioso observar que todos estos artistas, que rindieron allí una gran labor, también fueron motivados en su obra futura por el impacto de las gentes y el paisaje dominicanos. He visitado con el tiempo a casi todos ellos –los que aún viven- y todos recuerdan con gran cariño y añoranza su tiempo en la República Dominicana, la que no fue muy espléndida en lo material; era un país muy pobre, pero sí recuerdan la bonomía de sus gentes y ¡claro está! su juventud. De ellos, el que determinó con sus obras y sus enseñanzas el camino a seguir fue Gausachs. No sólo en la pintura dominicana sino en la pintura antillana. Wifredo Lam tiene mucho que agradecerle a Gausachs, pero esto es otra historia.

No debemos olvidar en este momento del despertar del arte dominicano a George Morel y a Darío Suro; este último ha tenido gran protagonismo tanto en la pintura como en la crítica de arte.

Ayudó mucho a este surgimiento de la plástica, la presencia de intelectuales que se dedicaron en la prensa y en las revistas a la crítica de arte: Manuel Valldeperes, Pedro René Contín Aybar, doña María Ugarte, Fray Grijalva, Horia Tanasescu y otros.

Aunque por un tiempo, la influencia de los maestros europeos se dejó sentir en nuestras formas de expresión plástica, poco a poco y como resultado de nuevas promociones de la Escuela de Bellas Artes, nuevos conceptos intervinieron en el quehacer artístico.

Con la desaparición de la dictadura trujillista, hubo un cambio extraordinario en todas las actividades del país, especialmente en todo lo que tenía que ver con la creatividad, las bellas artes en particular. La libertad y el conocimiento de lo que se hacia fuera, el poder salir de la Isla, ver museos, cambiar ideas con artistas de otros lugares, nos libra del concepto limitativo del medio y nos acerca al arte universal.

Se califica cronológicamente a los artistas por generaciones y hay una diferencia enorme en el numerario de la del 40 a la generación del 80. Se funda el Colegio de Artistas Plásticos y el gobierno actual dona, para su sede, un bellísimo edificio en la zona colonial. También los críticos tienen su asociación; todos ligados a sus respectivas organizaciones internacionales.

Hay en la actualidad por todo el país, cerca de cincuenta escuelas y grupos de artistas dedicados a la enseñanza. Ya el proceso de creatividad es irreversible en la República Dominicana.

Nuestra sociedad moderna y culta, ya no puede prescindir del Arte, espiritual ni materialmente. Nosotros concretizamos, en forma y color, la manera de sentir y de pensar de nuestro pueblo y aportamos la imaginación creadora imprescindible en cualquier sociedad dinámica y moderna. Y, porque somos expresión concreta de nuestra identidad, de nuestro origen y nuestras esperanzas como pueblo y, porque con ello demostramos que, a pesar de nuestra pobreza, hacemos una obra que nos hace sentir orgullosos, en el buen sentido de la palabra; nos hace sentir orgullosos de ser dominicanos.

Necesitamos nuevas aportaciones y sumar logros para encontrar nuevos caminos expresivos a los que hemos logrado con la mezcla de españoles, africanos, base de nuestro arte dominicano, arte antillano, arte americano.

Hoy vivimos un momento esplendoroso. Todos los gobiernos democráticos que hemos tenido han ayudado a las artes. Ahora mismo se está discutiendo en la Secretaría de Educación un proyecto para aumentar la educación artística en todos los niveles de la enseñanza. Hemos convencido a nuestros gobernantes que el arte, aunque no se rentable, es imprescindible para el ser humano y que los gobiernos tienen la obligación de proteger la cultura al igual que la sanidad o el derecho a la libertad.

En el año 1985, hicimos en la República Dominicana el primer simposium de escultura iberoamericana. Invitamos a uno o dos escultores de cada país Iberoamericano y de España, Brasil, Canadá y Estados Unidos, pagándoseles el viaje y la estadía en el país y facilitándoles, además, los materiales para que cada uno de ellos hiciera una escultura frente al público, en los jardines de la Plaza de la Cultura, las que pasaron a enriquecer la colección de la Galería de Arte Moderno de Santo Domingo, un edificio fabuloso.

Nombramos a Pablo Serrano “Presidente de Honor” del simposium. Desgraciadamente, falleció antes del evento.

Recientemente, hicimos la 1ra Bienal de Pintura del Caribe y la 1ra Bienal Internacional de Fotografía.

No me negarán que, siendo un país tercermundista, en vías de desarrollo, etc, etc., no lo estamos haciendo nada mal en cuanto a las artes se refiere.

Este es el primer acto que celebra la recién fundada “Casa de Santo Domingo” y el marco que nos ha dado España, esta magnífica “Casa de las Américas” no podía ser mejor. Por ello, damos las gracias.

Creo, de todo corazón, que dominicanos y españoles debemos colaborar para que esta institución tenga éxito y que su labor represente y afiance el gran afecto que siempre ha existido entre dominicanos y españoles.

Quiero hoy exteriorizar mi agradecimiento a mi pueblo dominicano, por ayudarnos a sobrevivir y a conseguir un lugar digno en su sociedad.


Casa de las Américas. Apertura de la Casa de Santo Domingo en España. Madrid, España.28 de junio de 1993.  “Ateneo de Madrid”, 16 de noviembre de 1993. Publicado en: Revista Correo del Arte Hispano. No. 6. 1993. Movinter Press. Publicaciones y Revistas S. L. Orense 33. Madrid, España. Págs. 32 a 35.

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