Prats-Ventós. Procesión por un árbol muerto. Esculturas
Por Roque Adames Rodríguez
Obispo de Santiago de los Caballeros
Los ríos de tinta que han corrido entre nosotros, por las páginas de la prensa o por conferencias, sobre la destrucción de nuestra foresta son más caudalosos que el mismo Yaque del Norte.
Pero de tanto clamar al lobo hemos terminado por perder la sensibilidad. Ya nada nos impresiona y todo nos parece o un tópico anodino para periodistas sin tema, o fogonazos retóricos para llamar la atención.
Para romper esta quiebra de la elocuencia se requería otro tipo de expresión. Y esta novedad de comunicación no podía tener otro cauce más impactante y sugerente en el lenguaje del artista.
Frente a montones de palabras que necesitamos y prodigamos los escritores, basta al artista una forma, una intuición creadora, un atisbo para sugerirnos un mundo de realidades, de insinuaciones, de aspectos inobservados del ambiente que nos rodea.
Prats-Ventós, el artista egregio que se expresa, grita y clama con sus esculturas, tenía que ser la voz que clamara con fuerza y poder que retumba en la conciencia nacional, sobre el loco y absurdo suicidio de una Patria, que eso es la forma de deforestación a que estamos dedicados los dominicanos.
En la obra u obras que llevan por título “Procesión por un árbol muerto” hay calidad artística ante todo; hay impacto y novedad de expresión, hay mensajes y metamensaje.
Quisiéramos brevemente subrayar uno, entre otros, que nos parece especialmente nuevo y sugerente.
Me refiero a la última unión entre lo religioso y lo vivo, Religión y Vida. Se juega con la idea bíblica de que la Naturaleza y el cuidado de ésta entra en el plan creador de Dios, de que mejorar o perjudicar dicha Naturaleza es un acto religioso positivo o negativo, de que la vida no se circunscribe ni limita a mis actos neurovegetativos y espirituales, sino que mi vida abarca también el ambiente propicio o inhóspito que he o hemos creado a nuestro alrededor.
Por eso, qué bien ese binario: ¡“Procesión”, “Muerto”!
Procesión es el acto litúrgico de alegría o duelo, pero acto compartido, comunitario, de familia grande, no el acto particular, semi-clandestino, oculto y disimulado. Es, por el contrario, una convocatoria solemne; es como el clamor masivo.
Y la muerte –“Muerto”- es el adiós a las posibilidades y a las esperanzas; es la destrucción que asedia y acorrala la vida. Es la negación del propósito y plan de Dios; es un acto de ateísmo.
Valgan tan sólo estas anotaciones para ayudar a los que contemplarán esta obra de Prats-Ventós –porque de contemplación se trata- para encontrar las claves para desentrañar el clamor-mensaje escondido en el conjunto.
Roque Adames Rodríguez. Obispo de Santiago de los Caballeros. Casa de Bastidas, 19 de febrero de 1992. Santo Domingo, R. D.