Entrevista

Por María Ugarte

María Ugarte: Toda obra artística tiene una historia y el pesebre de Antonio Prats-Ventós la tiene muy interesante. Tiene su anécdota, sus antecedentes, y su razón de ser.

Antonio Prats-Ventós hizo este pesebre como una especie de reparación a un acto de violencia, a un rapto de ira que tuvo unos años antes, cuando la situación económica resultaba muy difícil, porque era exiliado y estaba luchando en un país, que aunque le acogió maravillosamente, tenía que asentar nuestras vidas. Antonio Prats les va a contar por qué él ha realizado esta obra tan maravillosa, en reparación de un acto de violencia cometido por él.

Explícanos cuándo y cómo y qué fue aquel acto de ira que tú cometiste, del cual te arrepentiste posteriormente, hasta el punto de que te obsesionaste por repararlo, haciendo algo tan maravilloso como este pesebre.

Prats-Ventós: Fue algo que inició la idea del pesebre, sin pensar en que yo iba a hacer después, como consecuencia de ello, esa obra de magnitud en cuanto a tamaño. Al llegar, pues, a tener los hijos, recordaba las costumbres de aquí que se han ido perdiendo de poner un pesebre en las Navidades. Como no tenía dinero para comprar el pesebre, pues, me modelé en barro un pesebre. Me da una pena enorme que haya desaparecido, porque considero que tenía importancia. Le dediqué mucho tiempo y mucho amor hacerlo. Mis hijos veían el proceso y formaba ya parte de la comunidad familiar. Era parte de la familia.

Claro había que guardarlo durante el año para esperar la otra Navidad para volverlo a poner.

En la otra Navidad, pues, la cosa estaba muy mal en casa, no teníamos dinero ni para ambientar el pesebre, comprar la parte decorativa, el musgo, todas estas cosas…Me sentía muy mal, y, pues, exploté, rompiendo algo que quería mucho, rompí el pesebre. Lo hice pedacitos.

Eso lo he hecho otras veces, ya en otras cosas, al no estar satisfecho con mi obra. Pero en este caso no fue por estar insatisfecho con la obra. Fue una reacción al momento en que vivíamos nosotros, que vivían mis amigos. Muchos explotaron. Se explota de manera muy diferente. Este pobrecito pesebre fue el que pagó las consecuencias en mi caso. Y mis hijos lo lamentaron mucho. No hubo pesebre este año, y no hubo pesebre el otro año tampoco.


M.U.: Eso era como en los 50.

P.V.: Sí, más o menos. Las cosas fueron mejorando como resultado de trabajar mucho y que el país iba mejorando también, sobre todo después de la muerte de Trujillo en que hubo más oportunidades para los artistas, para ganarse la vida.

Ese acto fue agrandándose en mi conciencia y se convirtió en una verdadera mortificación.

Además, al mismo tiempo yo veía que nuestras costumbres occidentales, que ya el arbolito de Navidad iba sustituyendo ya la idea del pesebre con toda su conexión con nuestra religión y nuestro origen. Decidí, pues, y se fue formando, orientándose la idea de hacer un pesebre. Pero no un pesebre corriente, folklórico. Porque la figura del pesebre es una cosa folklórica, que se pone todos los años. Si no aprovechando hacer una obra de arte de la cual yo me pudiese sentir orgulloso y que respondiera a mi experiencia humana en mi país, la República Dominicana, que respondiera a la forma de vestir de la gente, de los colores del medio, de la sencillez de nuestra manera de ser. Y como ya me iba yendo bien, pude dedicar tiempo, y, mucho tiempo dediqué.


U.M.: ¿Cuánto?

P. V.: Fue de dos años, y además siempre ya sabes que he seguido buscando figuras.


U.M.: ¿Fue concluido en el mes de diciembre del 83?

P.V.: Si, yo lo empecé en el 80. Había muchos problemas para hacer ese pesebre, en primer lugar ya estaba prohibido el corte de madera y conseguir caoba de ese tamaño, y además, muy caro. Yo tenía que ir sacando de mis entradas normales, ya no tan sólo de tiempo sino de dinero también para poder enfrentarme a lo que costaba hacer el pesebre, y así poco a poco lo fui haciendo…


U.M.: ¿Con cuál figura empezaste?

P.V.: Si…Pues mira, empecé con la Virgen María. La más sencilla de todas las figuras. No sé si era timidez en la ejecución, al simplificarlo o que realmente pensaba yo que la Virgen María era así, que es la figura más sencilla, más humilde, más simple del pesebre.

Conjuntamente con eso, pues, pude viajar por muchas razones por Europa y me obsesioné con ver pesebres, incluso pasé Navidades allá viendo colecciones de pesebres que se presentaban sobre todo en iglesias y en museos, allá se le da una gran importancia a los pesebres. Pues me los encontraba todos como ñoños de estilo, muy figurativos, como que no tenían solidez, no tenían calidad de obra de arte.

Además, y eso fue consecuencia de todo ese pensamiento y de todas esas ideas, yo siempre he partido de que la obra de arte la hace un artista, pero es una labor entre varias personas, entre el artista y el observador. Si una obra de arte no tiene observador, no tiene trascendencia. Tiene que haber una coincidencia entre el artista y el observador. No en cuanto al gusto, sino en cuanto a colaboración estética, tiene que haber una respuesta del espectador.

El espectador, por su parte, tiene que poner algo. Se le debe dejar la oportunidad de que él acabe la obra a su juicio: el comentario; que tal color no debiera ser así; que debiera ser así; y hablando sobre ello.

De ahí llego a la conclusión de no ponerle cara. ¿Qué cara le iba a poner yo a San José, a la Virgen o al Niño?. Yo puedo hacer una cara, pero obviamente sería una cara que he pensado yo. Entonces dejé las caras lisas para que cada espectador le ponga la cara que él considere.


M.U.: ¿Qué espectadores específicamente tenías tú, y cuáles eran los más abundantes?

P.V.: Bueno…, los niños. Para mí tenían importancia. Yo hacía que no tan sólo mis nietos, sino también los amigos de mis nietos, los niños que pasaban por la calle les enseñaba. Los sentaba en el estudio, les enseñaba y esperaba la reacción de ellos. Básicamente tenía que ser una reacción alegre. Tenía que ser una reacción optimista, porque ese era el propósito de hacer mi obra.


M.U.: ¿Qué te decían respecto a las caras esos niños? ¿Se inventaban ellos las que ellos querían?

P.V.: No hubo comentarios directos, pero sí cuando presenté por primera vez, (porque el pesebre lo quise presentar primero no como una cosa folklórica, sino como obra de arte individual). Lo presenté en la Galería de Arte Moderno. Estaba yo con los papás de unos niños, y un niño se metió en la conversación –como acostumbran a hacer los niños en nuestro tiempo- y dijo que sí, que tenían caras, porque él le veía la cara al Niño Jesús. Eso para mí fue un gran halago, pues me dije a mí mismo: mira, lograste lo que querías, que cada cual y, hasta un niño…

Los niños tienen mucha más imaginación que los adultos, me atrevería a decir que son mejores críticos de arte que los adultos.


M. U.: Fundamentalmente la figura más realista que tienes en este Nacimiento, en este pesebre, es el San José. ¿No es así?

P.V.: Sí, le doy una gran importancia a San José. Creo que da la presencia del hombre, del hombre común y corriente. Por eso lo hice fuerte. Lo hice sólido, muy identificado con sus ideas, muy convencido, muy convencido de lo que estaba sucediendo…y de su importancia, y por eso le di tanta importancia.


M.U.: Incluso está mucho más suntuosamente decorado en su vestimenta que la propia Virgen, ¿verdad?

P.V.: Sí, la influencia en cuanto a la policromía…ya sabes que yo doy clases. Uno tiene que leer mucho y sin embargo tenemos un concepto muy limitado en cuanto al arte egipcio. Yo descubrí en libros que consulté el gran valor de la policromía en las obras egipcias y sobre todo en las reproducciones. Quizás por la acción del tiempo se veían unos matices y unos colores increíbles. Pensé usar la policromía en el pesebre.

No es que fuera una novedad en mi obra, yo ya había usado policromías, en las Meninas, y en otras colecciones. Además hay que pensar que la policromía se ha usado mucho en escultura. El Partenón estaba pintado entero. Casi todas las grandes figuras clásicas en mármol tenían color…


M.U.: Tú has utilizado el pan de oro en estas figuras, muy abundantemente.

P.V.: Sí, no tan sólo lo he utilizado como color, los antiguos llamaban al oro el color mágico y realmente es así, porque tiene una capacidad de absorber los matices de colores en el brillo que hay alrededor, y le da como una magia, no tan sólo por hacerlo lujoso, sino para que mezclara un poco con la iluminación indicada todos los colores que tienen las figuras a su alrededor. Sobre todo para valorizar, importantizar ciertas figuras como la paja alrededor del Niño, que está dorada para que responda a una iluminación. (Parezca que es el niño que está brillando, y el ángel, que son las figuras que tienen más importancia).


M.U.: El número de figuras que primitivamente tenía al terminarlo, en el año 83, este pesebre eran 14, de ellas todas están aquí naturalmente. La más grande, me parece, es el ángel. ¿Por qué hiciste la figura del ángel tan grande?

P.V.: Por razones de perspectiva en la colocación, el ángel va detrás. Si lo hubiese hecho del mismo tamaño que las figuras que van delante se hubiese visto más pequeño. Lo hice para que hubiese una relación de proporción entre las figuras que van delante del pesebre y las que van detrás. Además, porque, para mí, el ángel como que lo cubre todo. Lo protege. Es el símbolo de la protección del nacimiento. Esa es la razón de que sea más grande, sea mayor, y además que tenga las líneas arquitectónicas muy bien señaladas, muy bien repartidas porque lo está cubriendo todo. Ni lo he puesto de lado, ni le he puesto alas más arriba de la otra, sino que es el protector de todo lo que está sucediendo.


M.U.: Y al pintar, al poner pan de oro, naturalmente, todo esto adquiere una mayor suntuosidad, un mayor misterio también.

P.V.: Sí, eso es lo que estoy buscando. Pero mira, concretando un poco, la decisión de hacer eso fue tratando de olvidarme un poco del mal sabor que había dejado en mi vida el hecho de destruir una obra, una obra mía ya hecha, y sobre todo una obra que ya había dedicado a mis hijos, a la felicidad de la casa. Fue un reto, y además tuve que tener condiciones muy especiales, porque dedicarse tres años de la vida de un artista a hacer una obra, que hacía conjuntamente con otras cosas porque tenía que vivir, pero sobre todo fue la incomprensión de la gente que me rodeaba, con la pregunta inmediata: “¿Dónde vas a meter eso?”… “¿Qué vas a hacer con eso?”…”Es muy difícil que un coleccionista particular adquiera…”

Yo respondía, y era una solución piadosa que yo daba para que me dejaran seguir trabajando, diciéndole que no, eso lo pueden adquirir coleccionistas privados, una figura uno, otra figura otro y en un momento determinado juntarlos. Y seguía trabajando.

Sobre todo Rosa María, mi mujer, estaba preocupada, viendo que le estaba robando espacio físico a la casa, cada vez que terminaba una figura de éstas, hasta que llegó un momento que no sabía ya ni donde…

Pero Dios premia las buenas acciones. Cuando estaba ya muy adelantado, que ya se podía exponer, que el misterio ya estaba bastante completo y algunas figuras, las figuras alrededor también, lo expuse en una galería, para mostrarlo como obra de arte, y esto lo empecé a exponer en la Catedral, en el presbiterio.

Tres años exponiéndose en la Catedral, y de una vez la idea de adquirirlo la Catedral empezó a runrunearse, y por fin pues yo me siento una persona muy feliz, muy agradecido que mi obra esté en un lugar de tanta importancia, que tenemos que darnos cuenta de la importancia que tiene la Catedral de Santo Domingo. La primera Catedral de América.

Me siento, como artista, verdaderamente satisfecho. Como un artista del renacimiento. Mi obra está ahí cuando haya desaparecido. Estará cuidada y se mantendrá y, dentro de 500 años se hablará…


M.U.: Por cierto, el total de figuras que terminaste al principio, en el año 83, para exhibir en la Galería de Arte Moderno, se eleva a 14. Pero tú prometiste ir agregando una figura nueva cada año. ¿Lo has cumplido, verdad?

P.V.: Sí claro, son 18.


M.U.: ¿Cuáles son las figuras que agregaste a las primeras que presentaste en la galería?

P.V.: El pastor que tiene el cayado. La aguatera, que lleva un cántaro en la cabeza. La pastorcita pequeña que está delante, y el gallo.


M.U.: El gallo que fue el último. ¿Tu propósito es continuar enriqueciendo este pesebre con nuevas figuras?

P.V.: Sí…ya se volvió entonces a la idea original, porque siempre hay el problema de espacio, y qué cantidad y dónde se van a guardar; obviamente en la capilla si estuviese en forma permanente, tendría que estar el misterio solamente; y las otras figuras se habló de guardarlas en un lugar especial, creo que se va a hacer y entiendo que se debe hacer, en el Museo de Arte Sacro de la Catedral…y todas las que vaya haciendo a medida que pasen los años, pues pienso hacer muchas más: De inmediato, pues, quiero hacer el pescador y eso sí va a ser grande en tamaño…y los camellos.

Yo creo que el Museo de Arte Sacro es muy necesario, y no tan sólo en cuanto a colocar el pesebre. Tengo un amigo en España, una persona muy representativa en las artes, que a través de toda su vida ha hecho una colección de pesebres hispanoamericanos, y que me dijo que tenía intención de donarlo a la Catedral de Santo Domingo.

Yo lo entiendo que en un Museo debe tener vivencias, que debiera también, pues, no tan sólo tener cosas antiguas, sino ir renovándose, adquiriendo obras con un tema apropiado en relación con el Arte Sacro, de artistas criollos…Ir guardando, porque los años van pasando. Eso va enriqueciendo todo.


M.U.: ¿Qué piensas tú de esta obra tuya el pesebre, en relación con las demás que has hecho, las demás series, los demás trabajos aislados? ¿Qué representan para ti desde un punto de vista espiritual, sentimental y, artístico, también?

P.V.: Es la obra que me ha hecho más feliz. Cuando veo las otras colecciones siempre hago un juicio crítico y severo. Si la volviera a hacer, la haría de esa manera o de otra. Pero el pesebre, pues, quizás por la etapa en que lo hice de alrededor de mis nietos, la presencia de mis nietos pequeños, la presencia de los niños alrededor, y el verlo, eso me da alegría. Me siento contento de haberlo hecho, y ahora colocado aquí. No tan sólo contento, sino que me siento muy recompensado y muy orgulloso de que una obra mía haya tenido un destino tan extraordinario para mí. Es impresionante; además la obra va a ser cuidada, y conservada durante muchos años. Yo espero que donde quiera que esté, tener un hoyito para ver cómo seguirá el pesebre en el futuro.


M.U.: Una interrogante final: explíquenos un poco la presencia de la oveja negra en el pesebre.

P.V.: Sí, es una pregunta que yo mismo me he hecho a veces y no tengo explicación. Supongo que sería que como todas las ovejas eran blancas, para variar hice la ovejita negra, y demás, pero ya eso es una cosa muy personal mía, es la preferida de mis nietos, les encanta la ovejita negra y ahora van a tener un problema enorme –claro que están creciendo y pronto se les quitará- pero es la favorita de ellos para sentarse encima de ella.


María Ugarte España. “Adaptación de una entrevista entre Doña María Ugarte y el escultor Antonio Prats-Ventós, en el programa de televisión “500 Años de Historia”, del 23 de diciembre de 1989”.

Catedral Primada de América, 1991. Santo Domingo, R. D. Impresión: Empresas Unidas C por A. Fotos: Luis Nova.

Anterior
Anterior

El Pesebre de la Catedral de Santo Domingo. Obra del escultor Antonio Prats-Ventós

Siguiente
Siguiente

Prats-Ventós. Procesión por un árbol muerto. Esculturas