Artistas del exilio español en el Museo Bellapart. Antonio Prats-Ventós. Un catalán dominicano


Por María Ugarte

Antonio Prats-Ventós se fue de este mundo cuando todavía proyectaba realizar grandes obras. En su taller –su sanctasantórum- dejó iniciada una inmensa talla que prometía convertirse en una impresionante escultura. Creo que este trabajo apenas comenzado era en los días previos a su fallecimiento la ilusión que le mantenía alerta, ávido de poder completar su creación.

Prats Ventós fue un triunfador, un artista que logró conquistar un sitial destacado en el mundo de la plástica gracias a su talento, a su esfuerzo, a su perseverancia, a su capacidad de trabajo, a su vitalidad y a su constante voluntad de renovarse. En su larga trayectoria en la escultura –su principal actividad- no hay desvíos ni rupturas. Coherente siempre, lo que en él marca las diferencias y establece las divisiones son los temas. Temas vinculados estrechamente entre sí, porque cada uno de ellos es el resultado del anterior y es, al mismo tiempo, el germen del que le sigue.

Nacido en la ciudad catalana de Barcelona el 24 de junio de 1925, llegó al país, siendo muy joven, el 11 de enero de 1940. Miembro de una familia de artistas, conocía todo lo que un muchacho de su edad puede saber cuando las bellas artes son parte de su entorno.

Los avatares de su vida de exiliado lo llevaron a desempeñarse como delineante de una compañía extranjera que desarrollaba sus operaciones en la provincia de Azua.

El deslumbrante sol del Sur, las formas caprichosas de los troncos arrastrados por el mar, las piedras pulidas sobre la ardiente arena de la playa, la opulenta belleza de la mujer nativa, todo despertaba en él los deseos de crear, de plasmar en formas lo que veían sus ojos asombrados. Desde ese momento, y ya para siempre, la Naturaleza habría de ser su maestra.

Y decidió abandonarlo todo para entregarse a la escultura. Comenzaron a surgir sus obras, grandes formas macizas dotadas de una sensualidad que sólo el trópico podía ofrecerle. Aquello fue el comienzo que lo habría de llevar –instalado ya con Rosa María, su esposa azuana, en la capital de la República Dominicana- a una intensa actividad artística.

Ganó importantes premios en las Bienales de 1946, 1948, 1952, 1954, 1956 y 1963, para pasar luego a formar parte del jurado de ese mismo certamen.

En su búsqueda de nuevas expresiones, descubre que en la escultura, además de las masas, cuentan mucho los espacios, y llegó a esta conclusión en contacto con los arquitectos y estudiantes de arquitectura.

En la exposición de 1966, las esculturas de este artista aparecen depuradas de todo aquello que considera inesencial para la plástica. A estas obras podría clasificárselas como creaciones de la imaginación, pero no debe hablarse, realmente, de abstracciones, porque las esculturas de Prats Ventós son concretas, si se tiene en cuenta que lo que en ellas se ventila es la belleza y la significación de la forma. Eso sí, el artista modificó los hábitos que perseguían la relación entre la obra de arte y la realidad, o más bien, la imitación de la Naturaleza.

En el 1968 expone en la Universidad de Río Piedras, y en el Instituto de Cultura de San Juan de Puerto Rico. Y al llegar el 1969 monta una exposición de 101 obras en la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña de Santo Domingo, en la que, por primera vez, muestra en público su producción en metal. Hacía dos años que había iniciado los experimentos. Con acero niquelado logró efectos que podríamos calificar de musicales y en las obras realizadas en hierro con soldaduras de bronce y cobre, las formas adquieren vida y movimiento. Con las esculturas en metal, el artista cree haber solucionado las limitaciones de la materia.

No obstante esto, la madera será siempre lo que habrá de primar en las intenciones del escultor, y en esa misma exposición presenta obras en madera de insospechada belleza.

Junto a ellas, esculturas en alabastro, ónix y bronce, contrastaban en matices y texturas. Y es que en nuestro país la abundancia y diversidad de materiales aptos para ser trabajados por el escultor son extraordinarias. Lo reconocía así Prats Ventós y supo aprovecharse de la singular  riqueza en la práctica de su oficio.

A la creación de piezas aisladas sucede en la trayectoria plástica de nuestro artista la inclinación por los conjuntos. Tal vez perseguía un mayor acercamiento entre  esculturas y espectador a través de la penetración de éste en el interior de la obra de arte.

La procesión de los ángeles por una estatua muerta (1969), forjada en hierro, trágica y solemne, podría considerarse como el antecedente de estas series.

Había de ser El Bosque, sin embargo, el conjunto escultórico que diera a Prats Ventós el impulso para este tipo de creaciones en grupo. En las 40 piezas de El Bosque hay unidad, pero también diversidad. Lo talló con pasión, con una búsqueda constante del mensaje que le transmitía la sabina, una madera blanca y olorosa. El espectador se integra a las formas, caminando entre ellas, tocándolas, aspirando el olor penetrante de la madera. En El Bosque se impone la verticalidad.

El conjunto fue presentado para llevarlo a España, a invitación del entonces Comisario del Museo Contemporáneo de Madrid, don Luís Gonzáles Robles: pero antes, mucho antes, fue expuesto en el Museo del Hombre Dominicano, en el mes de febrero de 1974.

Tras haber realizado esta obra, Prats Ventós, impactado por el mal uso que el hombre hace de la Naturaleza, decidió tallar diez esculturas a las que designó con el título de Procesión por un árbol muerto.

El Bosque es un conjunto sereno, tranquilo. Pero el artista sabía que en el país la Naturaleza es a veces agresiva y que en ella crecen cactus y espinas. Y si El Bosque refleja la Naturaleza dominicana, también la encarna la selva ancha, tupida, inhóspita y exuberante. Así, luego de un tiempo de complacerse haciendo deliciosas Damas, Meninas e Infantas, además de esculturas de una exarcebada sensualidad, decidió tallar las 20 piezas que conforman La Selva, un conjunto menos unitario que El Bosque, más cargado de disonancias, donde a las formas verticales se habrían de oponer las redondeces; donde la superficie, casi siempre lisa de El Bosque sería suplantada por la violenta presencia de las puyas y de los bruscos y hasta procaces salientes de la materia. Y si la sabina fue el medio ideal para tallar El Bosque, la caoba se prestaba mejor para esculpir La Selva.

Damas, Meninas e Infantas son series basadas en el recuerdo de Velázquez. Realizadas en distintas maderas –caoba, guayacán y baitoa- Prats Ventós, al tallarlas, seguía las insinuaciones del tronco, que siempre le recordaba el cuerpo femenino. Gozó mucho el escultor haciendo estas figuras, en las que obtiene efectos sorprendentes, de sabor oriental, con la policromía que aplica en pequeños dibujos geométricos en un trabajo de orfebre.

Igual tratamiento utilizó Prats Ventós en otro de sus conocidos conjuntos, El Pesebre, un gigantesco Nacimiento formado por personajes sencillos y místicos.

No obstante que El Bosque, La Selva y El Pesebre –además de Las Damas, Las Meninas y Las Infantas-, son las obras más conocidas de nuestro escultor, hay otras que desarrollan temáticas determinadas que las imprime una indiscutible unidad. Tales, por ejemplo, Los Apóstoles, Los Rabinos y Los Búhos.

Los Apóstoles, presentados en la Exposición Mundial del Libro, celebrada en el país en 1970, están trabajados en caoba con un sentido de majestuosidad vertical. Las figuras, en formas abstractas, son nobles y serenas.

En la serie de Los Rabinos, realizada en 1982, acude el artista a la figuración y los rostros de sus personajes reflejan gravedad y recogimiento.

Trabajó posteriormente en una serie que es una continuación de El Bosque y de La Selva. Se trata de la Colección Antillana, esculturas de formas sensuales, abstractas, en las que el artista busca resumir la serenidad de El Bosque, la agresividad de La Selva y la tristeza de la Procesión por un árbol muerto, marcado todo ello por un pronunciado acento de sensualidad.

También es importante la obra religiosa de Prats Ventós. Cristo Crucificado o Resucitado ha sido tema frecuente. Algunas de estas imágenes ocupan altares de nuestras iglesias. La más impresionante por su tamaño y su expresividad, la conservaba el artista en su taller. Es una obra gigantesca realizada en hierro. Patético y místico, este Cristo en su cruz es un símbolo del dolor y del sacrificio divino.

Esculturas de la Virgen de la Altagracia figuran en diferentes lugares del país y del extranjero. Dos de ellas se encuentran en el Vaticano. Dentro de los trabajos relacionados con la devoción altagraciana destaca el Retablo que enmarca el cuadro de la Altagracia, en la nueva basílica de Higüey. Es una muy personal interpretación de Prats Ventós en la que el artista ha recogido la tradición de la aparición de la Virgen en el naranjo; y en la que, con los ricos materiales del barroco (madera, plata y oro), ha hecho un mueble en el que ha unido la leyenda piadosa, el sentido estético y la funcionalidad. Vino luego la serie que desarrolla la temática de Los Ángeles. Serie que abarca no sólo la escultura, sino que se ha volcado también en el lienzo. Esta ha sido su reacción contra el satanismo que prevalece en algunos sectores de la sociedad contemporánea.

Hay una faceta de la producción artística de Prats Ventós que no puede ignorarse: las obras realizadas por encargo, que pueblan la geografía dominicana. Importantes son los trabajos de carácter épico y patriótico, tales como los monumentos a gestas históricas, muy especialmente los levantados en Azua y San Juan de la Maguana. También poseen especiales méritos artísticos los relieves de residencias privadas y de edificios civiles y religiosos. Todas estas obras obedecen a criterios personales, no impuestos, porque Prats Ventós nunca claudicó frente a intereses que no fueran estéticos.

La obra de este artista ha transpuesto nuestras fronteras. Ha presentado exposiciones en Puerto Rico, en Madrid y otras ciudades españolas y en Nueva York.

En la República Dominicana se han organizado numerosas individuales y ha participado frecuentemente en exposiciones colectivas.

A solicitud de la Comisión Organizadora de la XIV Bienal de Artes plásticas (1979), presentó una exposición retrospectiva en la que figuraron 232 obras. Con ello se quiso rendir un homenaje a este artista por su formidable aportación a la plástica dominicana.

Fue condecorado en 1994 como Oficial al Mérito Civil otorgado por el Rey Juan Carlos I de España.

Y en 1995 recibió el Premio Nacional de Artes Plásticas, máximo galardón con que se premia a un artista en la República Dominicana.

El Centro Cultural de España creó un concurso de escultura con su nombre y nombró Prats-Ventós a su sala principal.

Y por último, vale recordar aquí que Antonio Prats Ventós no limitó a las esculturas su producción artística. También fue pintor prolífico y el tema de los Ángeles y el de Las Damas de opulentos tocados fueron los preferidos de sus cuadros.

Para él, sin embargo, fue la escultura su verdadero oficio. Y para descansar del esfuerzo que el tallar producía, tomaba los pinceles y llenaba el lienzo con figuras de vivos colores que siempre adquirían un pronunciado sentido del volumen.

Prats-Ventós falleció el 13 de abril de 1999 en la ciudad de Nueva York, adonde se había trasladado por motivos de salud. Sus restos mortales descansan en Santo Domingo.


Catálogo de la exposición Artistas Españoles en la Colección Bellapart. Ecos de la Vanguardia europea.

Ugarte, María. Antonio Prats-Ventós. Un catalán dominicano. Ediciones del Museo Bellapart. Impresora Amigo del Hogar. Santo Domingo, R. D. Marzo 2007. Págs. 24, 25, 52, 55, 56, 59, 60, 65, 66.

Anterior
Anterior

Vinimos en un mismo barco

Siguiente
Siguiente

Antonio Prats Ventós