Prats-Ventós. Esculturas y pinturas

Por María Ugarte

Antonio Prats-Ventós quiere a sus obras como si fueran hijos y se ve obligado a separarse de ellas para quizás no volverlas a ver nunca. Es una inmensa familia dispersa que difícilmente se reunirá un día; pedazos arrancados con dolor del corazón de quien los trajo al mundo. Y cuando el artista es un Prats-Ventós que en cada tronco de madera o en cada pedazo de roca ve, no la materia dúctil y obediente, sino el colaborador que a menudo se impone y lo dirige, el drama de la separación se torna más amargo.

Fascina la idea de seguir paso a paso el camino recorrido por Prats-Ventós en su andadura artística. Hay en el desarrollo de la carrera de este escultor varias constantes que marcan y definen sus trabajos: Su fuerza, su equilibrio, su aprovechamiento al máximo de los recursos de la materia y su profundo sentido de la dominicanidad dentro, en todo momento, de los principios universales del arte. Porque como ya lo hemos dicho en ocasiones anteriores, Prats-Ventós se identifica totalmente con el medio en que se desenvuelve. Junto a todo esto, el artista revela en cada obra, sea grande o pequeña, realista o abstracta, en madera, en piedra o en metal, el dominio absoluto del oficio; de un oficio que no tiene secretos para él. Y hay algo más, tal vez indefinido, quizás imperceptible para muchos, algo que envuelve como un halo sus creaciones singulares. Es el amor con que las hace; la entrega plena, apasionada, con que modela el barro, talla la madera, desbasta la piedra o retuerce el hierro. Y ahora también, con sus magníficos cuadros al óleo.

Prats-Ventós se nos revela entero, obsesionado e impulsivo, tenaz y soñador. Así es el artista y así es su obra. El espectador podrá por sí mismo comprobar si lo que hemos dicho aquí se ajusta a la verdad. Y estamos seguros de que le será muy difícil desmentirnos.


Goya Art Gallery. New York, N.Y. 16 de mayo a 13 de junio de 1995. Nota: El texto se repitió en el catálogo presentado en la expo celebrada en la Casa de España en Santo Domingo, R. D. 21 de mayo de 1998.

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