Prats-Ventós. Mármoles y Piedras

Por Pedro Vergés

No es ésta la primera vez que Antonio Prats-Ventós expone en los salones del Instituto Dominicano de Cultura Hispánica. Ya en dos ocasiones anteriores hemos tenido la oportunidad de disfrutar de su presencia escultórica, la primera en diciembre de 1982 y la segunda con motivo de la puesta en circulación del libro Prats-Ventós, un escultor dominicano, cuyas páginas introductorias tuve la honra de escribir. Se produce en esta de ahora una acentuación muy clara del carácter no figurativo (ya uno no se atreve a usar términos pretendidamente unívocos, y los lingüistas me entienden, a estas alturas) en todas y cada una de las piezas que conforman el conjunto. Y en esto no hay que dejarse engañar por los títulos que el autor les ha puesto, algo probablemente posterior, no anterior, a la concepción de la obra y que, de cualquier forma, tiene por objeto (aparte del más simple de ofrecerle una pauta al espectador) infundirles un cierto simbolismo representativo que no tiene por qué ser, ni es, excluyente de lo que son primariamente, formas, como, de hecho, se titulan algunas. No es ajena a la obra escultórica de Prats-Ventós la tendencia a la síntesis formal. Y así, ni ha sido exclusivamente figurativo ni exclusivamente abstracto, (suponiendo que éstos sean los términos extremos de una clasificación de las artes plásticas), salvo en muy pocos casos.

Siempre ha andado de por medio (recordemos el caso de las piezas de El Bosque o de La Selva, recordemos las Meninas) un simbolismo oculto tanto en cuanto a la significación como en cuanto a la interpretación de su obra se refiere. A ello obedece, a mi modo de ver, la convivencia, ahora, de unas pretensiones representativas y unas formas que se dicen, que hablan por sí mismas, sin necesidad de otras apoyaturas, aun cuando, naturalmente, éstas no entorpezcan para nada ese decirse.

Otra cuestión sería plantear en qué medida, desde el punto de la elaboración técnica y de la búsqueda estética, la actual representa una etapa diferente a las anteriores. Mi respuesta es, en ese sentido, clara: se nota en Prats-Ventós una mayor perfilación de los componentes, un mayor equilibrio y, sobre todo, una imposición del objetivo. O lo que es lo mismo, en este último caso, una doblegación del objetivo, una doblegación del material y no una respuesta a sus insinuaciones, como ocurría frecuentemente en el caso de sus trabajos en madera. No hay, en cambio, ni un salto ni un abandono de lo anterior, pues todo el que conozca su obra sabe que estos mármoles y estas piedras forman parte de la misma cadena expresiva que dio origen a sus grandes conjuntos anteriores. Pero sí, desde luego, una mayor perfección en el dominio de la materia (más concentración, menos dispersión) y, por lo tanto, un crecimiento.


Instituto Dominicano de Cultura Hispánica. Santo Domingo, R. D. 28 de abril al 12 de mayo de 1987. Impresora Monograf, S. A. Fotos: Onorio Montás.

Anterior
Anterior

Prats-Ventós: “Una imposición de acercamiento a las esculturas de Antonio Prats-Ventós”

Siguiente
Siguiente

El Pesebre de la Catedral de Santo Domingo. Obra del escultor Antonio Prats-Ventós