La negritud en las artes plásticas dominicanas


Por Danilo De Los Santos

-Como una necesidad académica, el establecimiento de la Escuela Nacional de Bellas Artes, fundada en 1942, llevó a que dos años más tarde (1944) la enseñanza acudiera al empleo de modelos vivos, regularmente mulatos y mulatas. A ello se debe la atención hacia una tipología tratada por escultores y pintores, antes de que se exhibiera El Violinista y obras afines; sin embargo, es el impacto del realismo social y racial de la obra de Darío Suro lo que provoca una elocuente reorientación en otros artistas apegados a las formas realistas, académicas, narrativas y naturalistas, por razones de tradición docente. Una transformación se opera en la obra de José Vela Zanetti (León, España, 1912), a partir de 1948, momento en el que en su producción comienzan a abundar los personajes negros, al tiempo que se produce un aumento formal y más libre de sus volúmenes, sometidos a veces, a tramados cubistas o geométricos. Otro artista que ampliará la contextualización de la tipología femenina es José Gausachs (1889-1959), con propuestas raciales más amplias en diseños y más fuertes como iconos, como dibujos, casi automáticos. Gausachs fue un impulsor de la negritud en la plástica, al asumir la realidad dominicana como suya. Artista auténtico, su obra desemboca, a veces, en una propuesta de negrismo tropicalista, estilizado, de trasfondo mágico que hace su nexo con la oratoria surrealizante que encontró camino con la “Poesía Sorprendida”. Independientemente de esa vinculación, la obra más reconocida en nuestro país de este maestro hispanoamericano –aunque nacido en España-, es la que trata de la mulatería. El fue de los primeros en sublimar a la negra dominicana a través del encanto provocador de las modelos.

En cuanto a los escultores, dos se relacionan con el tema de la negritud. Uno de ellos es Manolo Pascual (1904-1983), cuya obra se apoya también en el modelo mulato femenino. El segundo es Antonio Prats Ventós (1925-), con una obra de mayor impacto y representatividad de la negritud dominicana, apreciable en sus aguateras y en sus cabezas de mujeres y en los cuerpos desnudos de mulatas. Todas estas obras, talladas en caoba, se producen entre 1945-1956. Al referirse al enfoque de las mismas como el temario negro de la etapa referida, Prats Ventós explica que la africanidad como asunto del arte, era visto como de “mal gusto” por gente conservadora o renuente a reconocer esa raíz nacional, además asumida por los artistas que daban mayor fortaleza a la modernidad. Entre estos artistas se encuentra Celeste Woss y Gil (1890-1985), elocuente en su riguroso tratamiento del retrato de mulatos y de escenas de mercado.

-Un submundo de “tallos y hojas fantasmales, caras de brujos y animales nocturnos es el que asume Hernández Ortega durante la década de los cincuenta. En ese submundo, negro “se escuchan los resuellos vivos, se concretiza, como parto de esa maleza hecha de légamos viscerales, un sonido que es lamento de criatura sacrificada cuando no ulular de tambores rituales” (Rueda: 1984, p. 2-3, cfr.)

Es con Gilberto Hernández Ortega que el realismo social evoluciona a un realismo mágico de alegoría, telurismos y conceptos sincréticos. Definida como vertiente situacional o un ciclo pictórico del pintor referido, posteriormente este nuevo realismo se expresará en parte de la producción escultórica de Antonio Prats Ventós, y de Luichi Martínez Richiez (n. 1928). En pintura, la influencia la recibe Iván Tovar (n. 1942).

De Los Santos, Danilo. La presencia neoafricana y los reflejos de la negritud en el fluir de las artes dominicanas.(La negritud en las artes plásticas dominicanas). Extracto. Págs. 96, 98.

Exposición Presencia africana en la cultura dominicana. IV Festival Antropológico de culturas afroamericanas. Exposición de Artes Visuales. Centro Cultural Español, Santo Domingo, República Dominicana. Agencia Española de Cooperación Internacional e Instituto de Cooperación Iberoamericana. Impresora Amigo del Hogar. Santo Domingo, R. D. Octubre 1997.

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